La leyenda de los siete infantes de Lara, según Menéndez Pidal, marcó de modo permanente la nación española:

Esta leyenda presenta, sin duda, la historia de Gonzalo Gustioz, pero es sobre todo la historia de su esposa ejemplar, Sancha, y de Lambra, su cuñada transgresora. La leyenda de la cruel muerte de los siete hermanos y su ayo, atribuida a Lambra, combinada con la venganza materna, es elegía de la fuerza familiar, de los lazos tribales. Aunque ambos padres sufren la pérdida, como madre, Sancha era guardián del honor de la familia. La importancia de la sangre que une a los hermanos asesinados y su hermanastro, Mudarra, es única en la épica española.

La historicidad de la leyenda es cierta. Menéndez Pidal habló de la ‘semilla histórica desconocida’ (xi) de la leyenda de los siete infantes de Lara y Alan Deyermond bien explicó que ‘la leyenda que forma la esencia del poema haya incorporado un episodio histórico en el que un ataque de los castellanos provocó la prisión de embajadores en Córdoba’ añadiendo que el texto nos ha llegado como ‘un poema de traición y de venganza’. Un autor del siglo X, escribiendo en el momento de los eventos, compuso el cantar original. Muchos detalles de esta leyenda se infieren aunque estuvieran algo olvidados para finales del siglo XIII cuando se redactó la Primera crónica general, el manuscrito tardío de la Estoria de España alfonsí. Un elemento históricamente importante, que también se recoge en los romances, trata del encarcelamiento de Gonzalo Gustioz en Córdoba. Entre 963 y 972 hay unos documentos castellanos que se refieren a Gonzalo Gustioz y un fuero de 974 le establece como señor de Salas. Después de una ausencia de veinte años, reaparece brevemente en 992. El hiato del mundo oficial cortesano muy bien podría corresponder a los años en que, según las crónicas, Gonzalo Gustioz y su esposa vivieron tristes y empobrecidos en su luto.