En gran boga estaban entonces las peregrinaciones en España a las iglesias y monasterios célebres, en especial a Santiago de Compostela, así no podía Tarfe escoger mejor ropaje para disfrazarse con completa seguridad; serían poco más o menos las diez de la mañana cuando hete aquí que entra nuestro moro por la puerta de Almocábar, ¿quién jamás imaginar podría que el que llegaba cubierto con un grosero sayo de palmilla de color de la lana, sombrero de anchas alas, bordón encorvado a manera de báculo, varias conchas salpicadas por el vestido, un largo rosario colgado en la cintura, y una calabaza llena de agua al cuello, era un hijo del profeta?