Nueve reinas, el primer largometraje de Fabián Bielinsky, ocupa un lugar raro en el panorama del nuevo cine argentino. Como observaba un crítico en el año de su estreno en la Argentina, la película “funcionó en terrenos aparentemente irreconciliables: se trató de una opera prima […] y fue financiada por las productoras más poderosas del medio local; se ganó el favor del público y también el de la crítica” (Batlle, “Buen año”). Multipremiada y largamente aclamada por los críticos, constituyó asimismo un enorme éxito de taquilla.2 Transitó el camino de los festivales internacionales, y a la vez conquistó rápidamente los mercados internacionales, convirtiéndose en una de las películas argentinas con mayor distribución en Europa y los Estados Unidos en los últimos años, para finalmente alcanzar el “máximo reconocimiento”: el discutible privilegio de una remake americana, Criminal (Gregory Jacobs, 2004).

Nueve reinas es, a diferencia de las películas que hemos discutido en capítulos anteriores, una película de género: un policial de estafadores (los críticos la han comparado con House of Games, de David Mamet). El hecho mismo de que a poco tiempo de su estreno Hollywood hubiera comprado los derechos para hacer una remake prueba que, en tanto película de género, Nueve reinas puede funcionar perfectamente en otros contextos nacionales (de ahí su éxito internacional), más allá del contexto nacional específico en que la trama se desarrolla, y no requiere necesariamente ser leída en el marco de ese contexto (ni presuponiendo su conocimiento) para ser disfrutada por diferentes audiencias nacionales. Como señala Deborah Shaw, “it is concerned with local issues that have resonance in the social-political landscape of contemporary Argentina, while also being a film rooted in the internationally recognizable genre of the scam movie or crime thriller, with a plot-driven narrative and an ingenious twist that viewers can enjoy without any knowledge of Argentina” (“Playing” 68). Esta fuerte inscripción de Nueve reinas en un género “americano” quizá pueda explicar también la sorpresa del propio Bielinsky ante el modo en que su película fue leída en Argentina, como un film específicamente argentino. “Mi prioridad era la historia,” afirma Bielinsky, “contar el cuento de la mejor manera que pudiera y lo más entretenida posible en el sentido más positivo y cinematográfico de la palabra.