Tratar de definir el humorismo es aventurarse por una senda que transitan múltiples disciplinas como en un interminable cruce de caminos entre psicología y sociología; a poco que uno se adelanta un trecho debe desandar lo avanzado y tomar la traviesa de la filosofía, que discurre paralela a la del arte. Y ello sin olvidar otras carreteras que discurren solapadas como la parodia, la sátira, la ironía o la risa. Como se puede colegir, no es tarea sencilla. Aunque si para tal labor nos propusiéramos una nación como Cuba, impregnada de chanza y guasa que en buen cubano se denomina choteo, quizá tal empresa resultara menos riesgosa y un tanto más asequible, al menos, a priori. Sin embargo, no es tan solo el propósito del siguiente capítulo llamar la atención sobre las particularidades del humorismo en Cuba, sino incidir concretamente en su relación con las artes de vanguardia durante las primeras décadas del siglo XX . Y más aún, subrayar la consolidación de un gusto por las artes plásticas asociadas a la prensa periódica, que abona el terreno para una revolución en el humorismo gráfico que se venía practicando hasta el momento y la gradual incorporación de la historieta cubana en las revistas ilustradas de la época (y posteriormente en la prensa diaria durante los años treinta), que muy pronto tendrá que competir con los sindicatos norteamericanos que llegarán a dominar el mercado en Cuba. La revolución que se produce en el humorismo gráfico durante estos años, de 1915 a entrada la década de los treinta, es solo comparable con la llevada a cabo tras el triunfo revolucionario de 1959 en las páginas de Revolución y de las revistas Mella y El Pitirre.

A la frecuente confusión entre humorismo y choteo que ya se enuncia –el primero, concepto de atribuidas características positivas que ha recibido no desdeñable atención en los últimos años, el segundo, asociado al conjunto de censurables hábitos o costumbres que desde un enfoque etnográfico y positivista se encargaron de denunciar durante el siglo XIX y principios del XX personalidades como Félix Varela, José Antonio Saco, Francisco Figueras, Mario Guiral Moreno o Enrique José Varona– se debe añadir la carencia de un estudio sistemático sobre el humorismo y su desarrollo en sus diversas manifestaciones artísticas.