Precisiones terminológicas. Desnoes sobre humorismo, tiras cómicas y muñequitos

En el anterior capítulo, la atención se centró en los esfuerzos por utilizar la historieta y el humor gráfico en la lucha clandestina contra la dictadura de Batista, en especial se estudiaron las publicaciones Mella y El Cubano Libre, así como los planteamientos teóricos respecto a los medios de comunicación y su uso práctico en la lucha revolucionaria a través de la prensa clandestina y la prensa legal (como argumentó Franqui). El arte, por otro lado, no podía quedar al margen de la problemática y García Canclini entendió que se podía desarrollar una socialización del mismo a través de un arte militante (por vías clandestinas) y un arte de cuestionamiento (por canales legales) que de manera paralela establece puntos de unión con el discurso de Franqui. Finalmente, la teorización sobre una nueva historieta didáctica y militante, junto con el ejemplo práctico de Chago en Revolución, con el que se finalizó el precedente capítulo, será el punto de partida de la siguiente sección, en la que se profundizará en torno al discurso teórico sobre el humorismo –la elección del término no será baladí, como se demostrará–, además de analizar la publicación de humorismo gráfico que en los dos primeros años del proceso revolucionario en Cuba consigue aunar vanguardismo y militancia aportando soluciones novedosas en la línea conceptual hacia una socialización del arte como lo entendía García Canclini.

En el Primer Congreso Nacional de Cultura, celebrado al finalizar la primera quincena de diciembre de 1962, se expuso el anteproyecto con los planes culturales que el gobierno pondría en marcha a partir de ese momento.