El magisterio ejercido por Góngora sobre buena parte de los escritores dei siglo XVII y la primera mitad del siglo XVIII constituye un fenómeno complejo que no conoce paralelos en la historia de la literatura española. No parece arriesgado afirmar que en todos los géneros transitados por el escritor cordobés su estilo y personalidad marcaron un hito indeleble, forzando a los autores más jóvenes a moverse a zaga de los modelos que él estableció: la Fábula de Polifemo y Galatea para el epilio, el Panegírico al duque de Lerma para el encomio narrativo en octavas, la Tisbe para la fábula burlesca, las Soledades para el poema descriptivo … Entre los varios trabajos pendientes, una de las tareas más interesantes del gongorismo actual es el rastreo sistemático de todas las imitaciones a que dieron lugar las Soledades entre los siglos XVII y XX. Ni qué decir tiene, solo el estudio de las continuaciones del poema daría lugar a una monografía muy extensa, baste pensar en las Soledades de Salazar y Torres, León y Mansilla, Barbosa Barcelar, Cristóbal del Hoyo o las modernas de Alberti y Fernando de Villena, por espigar solo algunas de las más conocidas. Por cuestiones de espacio no podemos entrar en ese terreno tan apasionante. De modo semejante, nuestra reflexión intentará asimismo ir más allá de la imparable fortuna que determinados cultismos, metáforas, símiles, hipálages y otros artificios gongorinos tuvieron entre los jóvenes seguidores del nuevo estilo.