Preliminares

Los trabajos de investigación sobre la presencia de la Reforma protestante en el teatro religioso anterior a Lope de Vega coinciden en sus conclusiones: son escasas las piezas en las que aparece el tipo dramático del hereje o en las que se exponen ideas reformistas, bien a través de personajes representantes de la herejía, bien como crítica puesta en boca de caracteres defensores de la ortodoxia. Como se sabe, el problema de la representación del protestantismo en el teatro religioso español entronca con el debate sobre el origen de este género en el Renacimiento y la temprana modernidad. Un debate centrado especialmente en la pregunta de si el auto sacramental surgió antes de la fractura de la Iglesia (teatro de reforma católica, como consideraba Marcel Bataillon) o si nació como una reacción expresamente anti-protestante después de la Contrarreforma. Dejando de lado esta cuestión, que no pretendo debatir aquí, lo cierto es que resulta sorprendente la ausencia de personajes protestantes y de ideas reformistas en el teatro español del siglo XVI. Sería lógico que un género controlado por instituciones políticas y religiosas –como los cabildos y las parroquias–, eminentemente propagandístico y que contaba con un público amplio se hubiese utilizado para reprobar al enemigo religioso. Sin embargo, las obras conservadas no evidencian una oposición directa a las ideas reformistas. De hecho, parece haber existido una intención deliberada de silenciar en escena las polémicas entre católicos y protestantes.

Varios investigadores defienden que en el teatro religioso del XVI –y en obras del XVII– se excluyeron intencionadamente las controversias religiosas que la Reforma avivó. Se trató, posiblemente, de una omisión sustentada en preceptos católicos de dilatada tradición, como, por ejemplo, el imperativo de no discutir materias de fe con (o ante) los simples o de no disputar con el hereje. No explicar las posturas religiosas del apóstata –así fuera para rebatirlas– comprendía una forma de combatir la herejía. De este modo, la lucha contra el protestantismo en los textos dramáticos habría tenido lugar, más bien, a partir de la afirmación y difusión de dogmas católicos y, especialmente, si consideramos el teatro de Corpus que prosperó con vigor desde el Concilio de Trento, se habría dado mediante la exultante celebración de la presencia de Cristo en la eucaristía.