32 - La cueva de las Motillas
Published online by Cambridge University Press: 11 January 2024
Summary
Vino
A la frescura de una cueva umbrosa
Del curso de las aguas escavada.
Cuya florida entrada
Rodeada de yedra
De juncos, cañas, flores,
Enredadas en árboles mayores
Ornan la tosca piedra
Que los claros licores
Del cristalino Tajo que la baña
Con su blandura, su dureza engaña.
Francisco de la Torre, Égloga 8ª.Un poco más allá de la dehesa de Pasada Blanca, se encuentran los baños minerales del mismo nombre, y serían las once del día cuando llegaron a ellos nuestros caminantes; sentáronse junto a unas frondosas encinas casi enfrente del acueducto romano por donde salen las aguas y comenzaron a tomar un frugal desayuno.
—He querido aquí detenerme —dijo el ferí— porque María estará fatigada de tan precipitada marcha.
—El placer que siento de verme libre de la ermita, y sobre todo al lado de mi padre, ha impedido que me fatigue la caballería.
—¡Sí, tu padre —exclamó Pedro— puede servirte de mucho placer!
—Mientras yo exista —respondió el ferí— no os faltará nada, y podréis vivir conmigo si gustáis.
—Yo voy con vos, aunque sea al fin del mundo. ¿Podré olvidar que habéis expuesto vuestra preciosa vida para librar a mi hija?
—Ni yo tampoco olvido que sin vos el auxilio de Tarfe de nada me hubiera servido.
—Todo eso está muy bien —replicó este—, pero mejor hubiéramos hecho en pararnos en otro sitio, porque aquí…
—Sin duda —contestó el ferí, acordándose de la toba del río Guadalevín— habrá aquí también algún encanto, porque debéis saber que mi criado tiene singular repugnancia a todos los parajes donde hay agua, y en ellos ve siempre prodigios y fantasmas.
—Lo cierto es que por ningún dinero del mundo se sentaría nadie en esas dos piedras encarnadas que al frente tenemos.
—Pues bien llanas y lisas son, mira y verás…
—Por Alá, ¿qué vas a hacer?
—Ya estoy sentado en ellas.
—¿Y no sientes que te hormiguean las manos?
—No.
—¿No te tiemblan las piernas?
—Tampoco.
—¿Conque estás bueno y sano como antes?
—Sí.
—Pues es el primero a quien tal cosa le sucede.
—Siéntate tú y verás.
—Antes permitiría que me hicieseis pedazos.
—Vaya, cuéntanos mientras acabamos de almorzar lo que ha acecido de notable en este sitio que ahora, como es día claro, no tendrás miedo.
—Por supuesto, pero si fuera de noche…
—Vamos, empieza.
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- El ferí de Benastepar, o los moros de Sierra BermejaEdición, Introducción y notas de Javier Muñoz de Morales Galiana y Daniel Muñoz Sempere, pp. 212 - 214Publisher: Boydell & BrewerPrint publication year: 2023