El hombre moderno, con su sentido de progreso infinito, acuñó el principio del nacionalismo. Se trataba de un nacionalismo expansivo que debía forjar una sociedad fuerte que se convirtiera en la comprobación de la capacidad de todos y cada uno de sus miembros. Cuando el liberalismo trae a Latinoamérica todos los ideales de la Modernidad y el deseo de incorporarse a ella y planea el progreso de los distintos países, se dice que en este momento empieza a despertar en el continente la conciencia nacionalista. Durante todo el siglo XIX, sin embargo, este nacionalismo no pasó de ser una mera fórmula o ideal. El liberalismo latinoamericano que se expresa a través de diferentes partidos, al igual que su opositor, el conservadurismo, creó una seudoburguesía que encontró su mejor forma de desarrollo aliándose a los intereses occidentales, que en su proceso de expansión buscaban nuevos mercados.