Un tranvia de los que hacen el trayecto Progreso–Cuatro Caminos. En un rincon, acurrucada, una mujercita. Tal vez, en su juventud mas temprana, haya sido hermosa; tal vez aun sea joven. Pero cuando la vida es dura, la comida poca y las preocupaciones muchas, no hay juventud posible, ni cutis terso, ni cuerpo esponjado, ni ojos y cabello brillantes… . Pero suben los ultimos viajeros de este principio o final de trayecto, el conductor arranca, y la mujercita saca de su derrengado bolsillo negro un libro encuadernado en rustica. Comienza a leer avidamente, con un apetito casi fisico. A los tres minutos de la lectura es otra …

En el hogar estrecho, mal ventilado, insuficiente a la familia numerosa, todos se quejaran del calor; la mujercita no lo sentira. Ella esta en Saint-Moritz …, esquiando sobre la nieve eternamente pura. La comida resulto escasa y desabrida para todos; ella no lo sabe. Esta bebiendo champan y picoteando vacilante entre una cena fria y un te completo, deliciosos, con pasteleria digna de las hadas, servido en uno de esos saloncitos lujosos y confidenciales que ella conoce muy bien … por las novelas… . Maravilloso mundo sin miseria, sin malos olores, sin facturas por pagar, sin mas enfermedades que el leve accidente de automovil. Bienaventurado mundo, donde los ricos son generosos y los pobres resignados.