En el Libro de Alexandre, una de las obras más ambiciosas de la literatura medieval española, el autor expresa el desprecio de los poetas cultos por los poemas asonantados de los juglares iletrados que ejercían su oficio lo mismo en plazas que en la corte, ya que no iban correctamente rimados ni medidos:
Mester trago fermoso, non es de joglaría,
mester es sen pecado, ca es de clerecía,
fablar curso rimado por la quaderna vía;
a síllabas contadas, que es gran maestría. (130–131)
La diferencia entre una y otra producción literaria no era solamente cuestión de estilo; para los productores de la literatura culta los poemas asonantados que cantaban los juglares eran portadores de información que no era fiel a la verdad histórica de los hechos.
Una medida de esa desconfianza nos la proporciona la historiografía medieval que a pesar de que considera necesario recoger la información que proporcionan los textos juglarescos, a fin de que la noticia de los hechos sea lo más completa posible, se preocupan por desacreditar su veracidad. En su De rebus Hispaniae (1243), el arzobispo de Toledo, Rodrigo Ximénez de Rada, declara:
Algunos juglares amantes de fábulas dicen que […] Así pues, es preferible aceptar la evidencia de los hechos que dar oídos a las narraciones fabulosas”.
La Estoria de España alfonsí, que se basaba en los textos historiográficos latinos, recoge los testimonios provenientes de la epopeya, cuidándose de desacreditarlos al poner en duda su veracidad:
Dizen los cantares que […] mas por que nos non fallamos nada de esto todo que aquí auemos dicho […] en las estorias verdaderas, las que fizieron et compusieron los omnes sabyos, por ende non afirmamos nos nin dezimos que asy fue, ca non lo sabemos nos por çierto, sy non quanto oymos decir a los juglares en sus cantares.
(Fernández-Ordóñez 1993: 530–531)El menosprecio de historiadores, clérigos y poetas cortesanos por la obra de los poetas populares durante este primer período de creación literaria en lengua romance no logró acabar con la literatura juglaresca, ni con la vigorosa vida tradicional que habrían de tener los poemas épicos a través de los romances a los que darían vida e inspiración.