… Una corneta que insistentemente Ilamaba desde la puerta de la casa interrumpió las reflexiones de Pablo. Eran los días en que los primeros automóviles llegados a Caracas atronaban las calles con sus bulliciosos motores, pero más aun con sus cornetas, y aquella clarinada Significaba que habían llegado por Pablo unos amigos con quienes iba a una fiesta campestre.

¿Fiesta campestre? Tal era la apariencia ostensible, pero como un secreto a voces se decía que era en realidad una reunión política donde harían contacto numerosos grupos hostiles al Gobierno. Esto no entusiasmaba a Pablo, enervado además por su obsesionante conflicto, que todo incidente político exacerbaba; pero, sobre todo, lo alarmaba que aquella reunión se verificara en una propiedad del general Avendaño, a quien todos conocían como uno de los más despreciables aventureros de varios regímenes políticos, aunque ahora en desgracia con el Gobierno.