«Unir a todas las Cruces Rojas del mundo en un esfuerzo sistemático para prevenir, disminuir y paliar las miserias causadas por la enfermedad y las grandes catástrofes y socorrer a sus víctimas». Ese fue el primer objetivo de la Liga de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja (actualmente Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja), cuyo 75º aniversario acabamos de celebrar. Recordemos que su fundación respondió a la voluntad de varios dirigentes de Sociedades Nacionales y de personalidades del mundo médico, imbuidos del ideal wilsoniano, de proponer a las Sociedades del mundo entero programas de actividad en interés de la humanidad, de armonizar sus esfuerzos contra las calamidades de aquel tiempo.

La Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja conmemoró este año un importante aniversario. Hace setenta y cinco años, cinco hombres representantes de las Sociedades Nacionales de cinco países —Estados Unidos de América, Francia, Italia, Japón y Reino Unido— se reunieron para forjar una unión de Sociedades Nacionales en el orbe, un consorcio mundial que juntaría esfuerzos para servir a toda la humanidad. Varios decenios más tarde, contando entre sus miembros a 162 Sociedades Nacionales de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, con 124 millones de personas asociadas y 250.000 colaboradores, la Federación ha cumplido setenta y cinco años de esfuerzo encaminado a aliviar el sufrimiento de los hombres. Se imponen ahora ciertos cambios para facilitar el logro de nuestros objetivos humanitarios. No obstante, sigue vigente nuestro cometido supeditado al principio fundamental de humanidad, la piedra angular del Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja.

¿Cómo luchar contra los múltiples atentados contra la dignidad humana? Esta dolorosa cuestión se plantea hoy a escala planetaria. No ha dejado de confirmarse, por lo demás, desde hace 75 años, es decir, desde la creación de la Sociedad de las Naciones y de la Organización Internacional del Trabajo. La historia de nuestro siglo, marcado por una sucesión de guerras y de crisis económicas, no cesa de recordarnos su urgencia. El problema adquiere hoy una nueva dimensión en muchos Estados y organizaciones internacionales. En este contexto se inscribe el objetivo estratégico de la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja de «mejorar la situación de las personas más vulnerables»

La reciente focalización explícita en los «grupos vulnerables» de los organismos intemacionales de asistencia —especialmente los que operan en las situaciones de emergencia en todo el mundo— denota dos importantes preocupaciones. La primera: que quienes prestan ayuda quieren poder identificar a las potenciales víctimas de desasties a fin de prever y mitigar esos acontecimientos. La segunda: que la identificación de los grupos vulnerables sirve para encauzar la asistencia —siempre restringida por la limitación de los recursos— hacia los grupos más necesitados. No obstante, habría que entender la vulnerabilidad como un concepto mucho más fuerte, en la concepción y en la aplicación de las operaciones de socorro, que un simple criterio para encauzar la asistencia. En realidad, los problemas surgen al emplear, exclusiva o preferentemente, la noción de vulnerabilidad para designar a los grupos que deben recibir ayuda.

La iniciativa de la Cruz Roja Sueca de organizar un taller para intercambiar experiencias sobre el análisis de la vulnerabilidad y las capacidades en Europa y para debatir la viabilidad de llevar a cabo la evaluación de manera metódica fue provocada por el informe del Grupo de Trabajo sobre la Ejecución del Plan Estratégico de Trabajo en Europa (elaborado en la IV Conferencia Zonal Europea de La Haya de 1992), en el que se recomendaba que las Sociedades Nacionales Europeas identifiquen a los grupos vulnerables en su respectivo país e inicien un debate sobre la futura cooperación en la evaluación de la vulnerabilidad y las capacidades.

Según cálculos del ACNUR, en 1970 había 2,5 millones de refugiados en el mundo. En 1980, esta cifra ascendió a 11 millones y, a comienzos del decenio de 1990, la alarmante escalada de guerras civiles obligó a un promedio de 10.000 personas por día a cruzar una frontera internacional. En 1993, el número de refugiados rondaba los 18,2 millones y 24 millones, por lo menos, de personas se vieron forzadas a desplazarse dentro de su propio país (ACNUR, 1993:1). El presente año, la situación ha seguido deteriorándose, particularmente en África, donde más de un millón de refugiados han huido de los combates en Ruanda durante las últimas semanas.

A corto y a mediano plazo, la respuesta internacional a estos desplazamientos masivos de población ha sido cubrir algunas necesidades básicas y tratar de establecer las condiciones adecuadas para que los desplazados puedan proveer a su propia subsistencia. A largo plazo, se piensa, en general, que la situación se resolverá cuando esas personas vuelvan a su país. Para ello, diversos representantes del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) han puesto de relieve la necesidad de propiciar las condiciones que favorezcan el regreso masivo de la población desplazada. (ACNUR, 1981; 1985; 1990; Hocke, 1986). En la reunión del Comité Ejecutivo de 1991, la Alta Comisionada volvió a llamar la atención sobre esta cuestión.

La Media Luna Roja de Malasia (MLRM) ha facilitado todas las instalaciones para el cuidado y mantenimiento de los refugiados vietnamitas llegados por mar (RVM) desde el primer desembarque, el 4 de mayo de 1975, de 47 de ellos, en una pequeña isla cerca de la costa noreste de la Peniísula Malaya. Desde entonces, a lo largo de un período ininterrumpido de 19 años, han desembarcado en Malasia más de 250.000 RVM, y todos, con excepción de unos 6.500, han sido reasentados en terceros países o repatriados a Vietnam. Estos 6.500 remanentes viven en dos campamentos, ubicados en Sungai Besi y Cheras, ambos a pocos kilometros de Kuala Lumpur.

¿Cuál es la situación hoy, qué enseñanzas hay que extraer y qué estrategias se deben adoptar en la lucha contra las enfermedades transmisibles? Ello, unos quince años después de dos importantes acontecimientos en el desarrollo de la salud: la Declaración de Alma Ata sobre la atención primaria de salud y el descubrimiento del último caso de viruela en el mundo. Estas son las preguntas a las que intentaremos responder en el presente artículo, fundándonos en la experiencia del Instituto Tropical Suizo en África.

En los años ochenta y noventa, la población vulnerable ha sido víctima de ataques en el mundo entero, dirigidos contra su supervivencia y condiciones de vida civilizada. En ex Yugoslavia y en las nuevas Repúblicas de la ex Unión Soviética, han tenido lugar numerosos enfrentamientos étnicos y, en Ruanda, estos han causado innumerables tragedias humanas. El terrorismo político ha sido muy intenso en algunos países de Iberoamérica, Oriente Próximo y Asia. Hambruna, epidemias, luchas étnicas y Gobiernos pretorianos continúan amenazando a gran parte de África, Asia y Latinoamérica. La reestructuración económica ha marginado a ciudadanos de algunos países, empobreciéndolos aún más y reduciendo sus ya bajísimos niveles de vida. Los valores sociales, familiares y civilizados continúan desintegrándose en los barrios viejos de muchas ciudades de Estados Unidos, donde se sigue acentuando la disparidad de ingresos entre los pobres y el resto de la población, lo que puede dar lugar a la aparición de una subclase que desborde sus límites geográficos actuales.

No cabe duda de que, durante el siglo que está tocando a su fin, la humanidad ha hecho progresar las ideas de paz, de solidaridad, de los derechos humanos. Por ello, se han constituido organismos que rebasan las fronteras y que promueven la conciencia de que todo hombre es ciudadano del mundo. Paradójicamente, en este siglo se han alcanzado asimismo puntos álgidos de violencia y de horror. Pero la paradoja solo es aparente, ya que ¿no es precisamente el alcance mundial que han adquirido los conflictos lo que ha originado esa conciencia?

Este título es de por sí una invitatión a la reflexión, dirigida a todos los que somos parte del Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, sobre todo a los de América Latina y, muy especialmente, del Caribe.

¿Qué quiere decir desarrollo humano? Algunos estudiosos lo han descrito como «el objetivo básico de crear un ambiente propicio para que los seres humanos disfruten de una vida prolongada, saludable, digna y creativa».

Todavía en la década de los setenta, según los conocimientos convencionales sobre epidemiología, las enfermedades transmisibles estaban dejando de ser el principal factor de morbosidad del mundo, siendo reemplazadas por enfermedades no transmisibles (ENTs), entre las que cabe destacar las degenerativas como diabetes, problemas circulatorios, cánceres y por accidentes. Exceptuados los países en desarrollo, en la mayoría del resto del mundo ya se estaba registrando la llamada «transición epidemiológica» de la terrible época de hambrunas y pestes, que duraron desde los albores de la humanidad hasta la mitad del milenio en curso, seguida por las epidemias que culminaron con la pandemia de la gripe, de comienzos de este siglo, hasta la situación actual desde la década de los setenta, en la que predominan las enfermedades originadas, en gran parte, por el cambio de estilo de vida: falta de ejercicio físico, alimentación rica en grasas, tabaco y demás drogas.

Las postrimerías de este siglo plantearán un verdadero reto a todas las Sociedades Nacionales de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja. La vulnerabilidad sigue agravándose para gran parte de la población mundial, a medida que se aceleran los cambios políticos y sociales. Son, asimismo, cada vez más numerosas las restricciones impuestas a los recursos que pueden utilizarse para atender las necesidades de las personas vulnerables.

La República de Bulgaria retiró, el 9 de mayo de 1994, su declaración y sus reservas con respecto a los Convenios de Ginebra de 1949, a saber: la declaración relativa al artículo 10 de los Convenios I, II y III, así como al artículo 11 del IV Convenio, y las reservas referentes a los artículos 12 y 85 del III Convenio, y 45 del IV Convenio.

El Reino de Lesoto se adhirió, el 20 de mayo de 1994, a los Protocolos adicionales a los Convenios de Ginebra del 12 de agosto de 1949, relativos a la protección de las víctimas de los conflictos armados internacionales (Protocolo I) y no internacionales (Protocolo II), aprobados en Ginebra el 8 de junio de 1977.

De conformidad con sus disposiciones, los Protocolos entrarán en vigor, para el Reino de Lesoto, el 20 de noviembre de 1994.

Con esta adhesión asciende a 133 el número de Estados Partes en el Protocolo I y a 123 el de Estados Partes en el Protocolo II.

La República Dominicana se adhirió, el 26 de mayo de 1994, a los Protocolos adicionales a los Convenios de Ginebra del 12 de agosto de 1949, relativos a la protección de las v:íctimas de los conflictos armados internacionales (Protocolo I) y no internacionales (Protocolo II), aprobados en Ginebra el 8 de junio de 1977.

La República Portuguesa, mediante su declaración del 1 de julio de 1994, reconoce la competencia de la Comisión Internacional de Encuesta.

De conformidad con el artículo 90, párrafo 2, apartado a), del Protocolo adicional I de 1977 a los Convenios de Ginebra de 1949, la República Portuguesa declara que reconoce ipso facto y sin acuerdo especial, con relación a cualquier otra Alta Parte Contratante que acepte la misma obligación, la competencia de la Comisión Internacional de Encuesta para proceder a una investigación de las denuncias formuladas por otra Parte.