La guerra que hace estragos actualmente en Oriente Medio muestra hasta qué punto el mundo ha comenzado una era de rupturas y de incertidumbres. Huelga decir que la actión humanitaria del CICR está profundamente afectada por esta situación. Particularmente sensible, por su índole y por su cometido, al estado de las relaciones Internacionales, el CICR debe hacer frente no sólo a los efectos inmediatos de los conflictos Internationales, sino también a las consecuencias humanitarias de conflictos internos y situaciones de disturbios, que perduran en numerosas zonas del mundo y que no necesitan por ello menos la presencia constante de los delegados de la Institución.

Ciertamente, esta presencia del CICR se tradujo, estos últimos años, en un gran número de personas protegidas y asistidas, en programas de socorro y de asistencia médica en favor de numerosas víctimas civiles y militares de los conflictos. Esta labor nos complace, pero no debe ocultar las dificultades con que tropiezan los delegados, ante la ignorancia o el desconocimiento del derecho humanitario y la retahíla de infracciones cometidas, o ante la discrepancia que hay, a menudo, entre las intenciones de los Estados y su comportamiento sobre el terreno.