Inspirados por un deseo enciclopédico de agotar toda la historia conocida, los compiladores del scriptorium alfonsino no dudaron a la hora de ofrecer al lector diversas versiones de un mismo hecho histórico. Este fue el caso, por ejemplo, del suicidio de Cleopatra VII:

El alcance y ambición de la General Estoria justificaban la narración meticulosa del suicidio de Cleopatra. Sin embargo, al ofrecer dos finales diferentes de la “estoria” de la reina egipcia el scriptorium real estaba también sugiriendo dos lecturas morales diferentes de un mismo exemplum histórico, ya que para un lector medieval la imagen de una mujer mordida en el brazo por una serpiente no tenía las mismas connotaciones que la de una mujer mordida en ambos pechos por dos serpientes.

La historia medieval de Cleopatra es, en gran medida, la historia de esa mordedura y la de su poder para reformular el cuerpo de la reina al inscribir en él significados diferentes que acotan, controlan y legitiman la reproducción textual y visual de un espacio potencialmente excesivo. Es importante notar aquí el contradictorio simbolismo de la serpiente en el espectáculo de la muerte de Cleopatra. Por una parte, la serpiente se presenta como el símbolo de la resistencia de Cleopatra al poder imperial, encarnado en la decisión de Octaviano de exhibir a la reina cautiva en su marcha triunfal por Roma, tal y como muestra, por ejemplo, la visión procleopátrica de la reina en la tragedia senequista del XVI; por otra, como sugieren las lecturas clásicas anticleopátricas y su alargada sombra sobre la historiografía medieval y renacentista, esa misma serpiente funciona como evidente metáfora fálico-política de la sumisión de Cleopatra y de la tierra que ésta simboliza a la sujeción imperial.