Una rama de la literatura de la cual por muchos años nada se dijo, ha venido a hacerse presente en nuestra época, el ensayo, hasta el punto de que la literatura hispanoamericana parece ser, por el momento, entre las que forman el ámbito cultural de Occidente, una de las más fecundas en este tipo de producciones. No nos detendremos a precisar qué debe entenderse por ensayo, ya que ello ocuparía la mayor parte del espacio concedido a nuestra colaboración; pero en forma negativa podría decirse que es todo aquel escrito en prosa al cual no pudiéramos cómodamente llamar novela, ni cuento ni artículo de costumbres ni drama, y en forma positiva podríamos añadir que en el ensayo han de barajarse ideas. Es deseable que el ensayo, además, esté bien escrito, más o menos conforme al patrón que dejó para todos los ensayistas hispanoamericanos José Enrique Rodó, el famoso pensador uruguayo. Esta exigencia formal no es, sin embargo, un requisito indispensable, y es notorio que el ensayo hispanoamericano de nuestros días es harto menos elaborado que en los días de Rodó.