Si todo concepto es ‘un acto del entendimiento que exprime la correspondencia que se halla entre los objectos’, un libro como el que nos alberga, elástico viaje del centro a la periferia de los géneros, invita a trazar una bisectriz que borre las fronteras que separan el antes y el después, lo cercano y lo distante. Nuestro punto de partida se cifra en los reflejos del mayor epilio barroco, la Fábula de Polifemo de Góngora, sobre el primero de entre sus epígonos que siguió la estela de la ninfa Galatea: el hispano-luso Antonio López de Vega, autor del romance Sobre montaña insensible. Luego no estará de más valerse de un crisol que convierte a dos textos de similar estirpe en una ‘colosal cadena de agudezas’. Aunque uno sea el árbol y el otro apenas una sombra.

Rodrigo Cacho ha planteado que durante el Seiscientos ‘la materia acuti ya no está en la base del concepto, sino en su centro, de donde salen radios que proyectan agudezas hacia los adjuntos que se relacionan con él y que giran en torno a su órbita’. Es lo que ocurre con la floración del ‘epilio’ (epopeya en miniatura) y con las octavas del cordobés. Sofie Kluge subraya en este volumen que la ‘interacción y relativización mutua [de las dos corrientes ovidianas posclásicas] determinaron de modo definitivo la peculiar expresión … del epilio … que es, por lo tanto, un auténtico espejo del mito en sus múltiples formas morales, filosóficas, estéticas, eróticas, etiológicas y cosmológicas, las cuales contrapesa sin favorecer a una en particular, yuxtaponiéndolas y reflejándolas infinitamente’.