6 - Ceremonia y propaganda. Las honras fúnebres en tiempos de María Tudor como expresión del conflicto religioso inglés
Published online by Cambridge University Press: 17 January 2023
Summary
La fiesta cortesana fue durante la Edad Moderna un elemento propagandístico de primer orden. Todos sus componentes –participantes, arquitecturas efímeras, ornamentaciones, gestos, símbolos…–formaban una suerte de obra de arte total, siempre unificados bajo el lenguaje de la magnificencia, que servía para escenificar los complejos juegos y relaciones de poder. Asimismo, en la fiesta se construía una imagen de los soberanos, reflejo también de su postura política, en la que se mezclaban especialmente referencias míticas, al linaje y a la religión. Esta, además, venía marcada sobre todo por la situación del momento, que en el caso inglés será particularmente convulsa en la primera mitad del siglo XVI y girará en torno a la idea de legitimación, concepto clave cuando hablamos de la dinastía Tudor, así como a las posturas religiosas adoptadas en el conflicto que enfrentó a protestantes y católicos.
Los miembros del linaje experimentaron en todos los casos un ascenso problemático al trono. El inicio de la casa Tudor está vinculado a una guerra civil. Enrique VII, primer monarca de la dinastía, se ciñó la corona tras derrotar a sus enemigos en la batalla de Bosworth (22 de agosto de 1485) y poner fin a la llamada guerra de las Rosas. Enrique VIII se convirtió en monarca por la muerte de su hermano Arturo. Después, sus hijos se vieron envueltos en una guerra sucesoria de tipo ideológico-legal, en la que el hombre antecedía a la mujer y donde los problemas religiosos afloraron, alterando en diversas ocasiones el orden de los herederos. Este quedó establecido finalmente tras el Acta de Sucesión de 1544, en la que Enrique VIII reintegró en la línea sucesoria a María e Isabel tras el príncipe Eduardo, que subió al trono durante su minoría de edad. María tuvo que luchar por afianzar su imagen de reina, en una triple legitimación: de nacimiento –legalmente era considerada bastarda por algunas facciones críticas–, de género –se trataba de la primera vez en que una mujer ocupaba el trono– y religiosa –como defensora del catolicismo– (Hunt 111–145). Algo semejante ocurrió con Isabel, quien tampoco tuvo un inicio de reinado fácil y heredó de su hermana la necesidad de esa triple legitimación, a la que se unió el hecho de no contraer matrimonio y reinar en solitario.
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- Épica y conflicto religioso en el siglo XVIAnglicanismo y luteranismo desde el imaginario hispánico, pp. 151 - 176Publisher: Boydell & BrewerPrint publication year: 2021