Walras fue uno de los más grandes economistas de todos los tiempos. En consecuencia, la única actitud que cabe ante la traducción de sus Elementos de economía política pura es el alborozo, aunque haya mediado más de un siglo entre la primera edición del libro y la versión española.
La traducción puede parecer tardía, pero no lo es. Habrá que recordar la lenta historia de los Elementos, comenzando por el propio original, publicado originalmente en dos entregas, en 1874 y 1877. En cuanto a traducciones, no las hubo hasta mediados de este siglo, y es destacable que la primera fue la japonesa de 1953. Después vinieron otras, al inglés, italiano y ahora al español, todas basadas en la llamada edición definitiva de 1926. Aún no existe una versión alemana.
En el caso de la flamante versión española de los Elementos, existe un motivo de regocijo adicional: el ingreso de Julio Segura en el campo de la historia del pensamiento económico, siguiendo una vieja tradición de los buenos economistas que, aquí y en el extranjero, gustan de bucear en lo orígenes de su disciplina.
Pero somos muchos los buzos y las profundidades prístinas son en ocasiones oscuras y misteriosas. No es de extrañar, por lo tanto, que choquemos unos con otros, ni que exploremos el mismo sitio y salgamos después a la superficie con relatos muy diversos acerca de lo que creemos haber visto.