La Cruz Roja nació en un campo de batalla, nació de la guerra misma. Por supuesto, no para apoyarla ni para justificarla, sino para atenuar sus efectos y aliviar los sufrimientos que provoca. Más tarde, el Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, superando esta primera experiencia, habría igualmente de desarrollar múltiples actividades útiles e importantes en tiempo de paz. Sin embargo, el Movimiento siempre tuvo presente su primera vocación y son muchas las Sociedades Nacionales de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja que siguen aportando su ayuda a las víctimas de conflictos armados. Por su parte, el Comité Internacional de la Cruz Roja, fundador de este Movimiento actualmente universal, también desarrolló considerablemente sus actividades, aunque dando prioridad a su cometido original y esforzándose en «hacer siempre lo posible, como institución neutral cuya actividad humanitaria se despliega especialmente en casos de conflicto armado —internacionales o de otra índole— o de disturbios internos, por lograr la protección y la asistencia a las víctimas militares y civiles de dichos acontecimientos y de sus consecuencias directas.»