We use cookies to distinguish you from other users and to provide you with a better experience on our websites. Close this message to accept cookies or find out how to manage your cookie settings.
To save content items to your account,
please confirm that you agree to abide by our usage policies.
If this is the first time you use this feature, you will be asked to authorise Cambridge Core to connect with your account.
Find out more about saving content to .
To save content items to your Kindle, first ensure no-reply@cambridge.org
is added to your Approved Personal Document E-mail List under your Personal Document Settings
on the Manage Your Content and Devices page of your Amazon account. Then enter the ‘name’ part
of your Kindle email address below.
Find out more about saving to your Kindle.
Note you can select to save to either the @free.kindle.com or @kindle.com variations.
‘@free.kindle.com’ emails are free but can only be saved to your device when it is connected to wi-fi.
‘@kindle.com’ emails can be delivered even when you are not connected to wi-fi, but note that service fees apply.
El cambio climático se presta a la economía política. Joseph Henry Vogel ha construido un argumento a favor de llevar a los países ricos en carbono, pero pobres económicamente, a través del cuello de botella de la economía de vaquero y hacia el comercio en el derecho de emisiones de los países Anexo I del Protocolo de Kioto. Ecuador sirve como el modelo.
La teoría no transcurre dentro del vacío. Los economistas reflexionarán sobre John Maynard Keynes y la Gran Depresión. Keynes observó que los mercados no siempre operan en concordancia con lo que la teoría económica había observado durante años. Por ejemplo, un tercio de la fuerza laboral de los EE.UU. afrontaba el desempleo en la década de 1930. En lugar de los precios, las cantidades se ajustaron y la economía se asentó en un equilibrio de desempleo. Mediante la incorporación de esta observación a la teoría, surgió la macroeconomía. En la actualidad, existe aun más razón que nunca para creer que la teoría no puede ocurrir dentro del vacío. Según Stern, las fluctuaciones climáticas pueden causar estragos que al combinarse superarán aquellos causados por la Gran Depresión y las guerras de la primera mitad del siglo XX. ¿Llegará a surgir una nueva macro-macroeconomía? El meollo de mi argumento es esta ya surgió. A mediados de 1970, una nueva macro-macroeconomía podía ser espigada en la economía de Boulding, Georegescu Roegen, Schumacher y Daly, y la ciencia de Carson, Ehrlich, Hardin y Prigogine. Diez años es un lapso razonable para poner en práctica la síntesis. Si el aparato político hubiera tomado medidas a mediados de los 80, el ejemplo de Stern de “cambio climático” como el fallo del mercado… en la mayor escala que el mundo jamás haya visto” habría sido mitigado en gran medida o incluso evitado.
Mil novecientos ochenta y cuatro debería ser una lectura obligatoria para cualquier persona que vota. A través de una historia de distopía totalitaria, George Orwell demuestra cómo el Estado puede distorsionar el lenguaje para sus constantemente cambiantes propósitos. “El doble discurso” es uno de los neologismos de la novela que se ha introducido en el lenguaje vernáculo. ¿En qué consiste exactamente? De acuerdo al profesor de inglés William Lutz:
El doble discurso es un lenguaje que pretende comunicar, pero en realidad no es así. Es el lenguaje que hace que lo malo parezca bueno, lo negativo parezca favorable, lo desagradable parezca atractivo, o al menos tolerable. Es un lenguaje que evita o transfiere la responsabilidad, lenguaje que a su vez está en desacuerdo con su significado real o supuesto. Es el lenguaje que oculta o impide el pensamiento. El doble discurso es el lenguaje que en vez de extender el pensamiento, lo limita.
A pesar de la gravedad del fenómeno, abundan ejemplos cómicos al respecto. Por ejemplo, la revista The Quarterly Journal of Doublespeak reportó una votación por la Junta de Educación de Minnesota [que] “estipulaba requerir a todos los estudiantes hacer ‘trabajo voluntario’ como un requisito para la graduación de la escuela secundaria”. Todos nos podemos reír de esto. Pero no hay nada gracioso cuando, por ejemplo, el gobierno de los EE.UU. se refiere al ahogamiento de presos negados hábeas corpus por medio del “simulacro de ahogamiento” (waterboarding) de “detenidos”.
La traducción del inglés de La economía de la Iniciativa Yasuní-ITT: Cambio climático como si importara la termodinámica se hizo necesaria porque de ninguna manera deberíamos limitar un texto sobre una problemática global a su lengua original: sólo al traducirla se le da la posibilidad de realizar su objetivo. Históricamente las barreras del lenguaje han sido superadas por medio de traducciones y éstas en muchos casos han llegado a tener un gran impacto en sus respectivas áreas.
En el caso de la obra de Joseph Henry Vogel, debemos tomar en cuenta que la traducción promete cambiar los esquemas de un error irreparable en que han caído grandes contribuciones al conocimiento humano al no haber sido facilitadas al lector hispanohablante donde reside gran parte de la biodiversidad terrestre. A pesar de que el español es uno de los cuatro idiomas más hablados del mundo, un idioma sin retroalimentación de los nuevos discursos científicos, filosóficos y críticos, que sirven como herramienta de progreso y conocimiento humano, puede estarse estancando al hacerse partícipe de sólo la migaja que se ha traducido. A esto se adhiere el problema de la piratería de las mismas traducciones que efectivamente socava el mercado. Como señala Joseph Henry Vogel en su página web, bajo “Translation Project” en www. josephhenryvogel.com, se pueden sacar fotocopias por 3 centavos la página y eso tiene consecuencias graves para el mercado de la traducción, además de coartar el acceso a textos importantes para aquéllos que no son anglófonos.
La política es un motivo de esperanza y desesperación. Al Gore es ejemplar de cómo el político puede desengañar a un público comprometido fervientemente en la negación. Eso de por sí es motivo de esperanza, pero la carrera política de Al es pretérito perfecto. ¿Qué tal los líderes de hoy? Con la ciencia a favor de la estabilización del carbono atmosférico, la generación de relevo puede imponer los límites necesarios. Los votantes, tanto en el Norte como en el Sur han expresado un fuerte deseo de “cambio en el que podemos creer”. La oferta de líderes, ¿estará satisfaciendo a la demanda? Desgraciadamente, en la política siempre hay motivo para la desesperación. Los jefes de estado encontrarán resistencia en el sistema que prometieron cambiar durante sus campañas; Inexorablemente, el sistema tratará de cambiar a los mismos. El primer signo de esa resistencia es una secuencia de mensajes incoherentes mientras el político hace la transición de la campaña electoral a las riendas del poder. Declaraciones de la exploración de hidrocarburos y un compromiso con la estabilización de carbono en la atmósfera llegan a ser el doblepensar que tiene asido tanto al Norte como al Sur.
La gracia salvadora es el humor, el más escaso de todos los recursos. Un cambio inteligente de frase puede perforar la fría indiferencia de la negación y exponer incoherencias seductoras.
Los “costos irrecuperables” se revelan como un concepto útil. Su definición en la teoría económica tiene muchas expresiones a partir del lenguaje popular como “no gastar dinero bueno después del malo” y “borrón y cuenta nueva”. Utilizando un lenguaje menos coloquial, las decisiones deberían tomarse sobre la base de los beneficios futuros en relación a los costos futuros y no sobre la base de costos pasados. No se debe permitir que una mala decisión en el pasado condicione la nueva decisión a adoptar. Sin embargo, ocurre y es por eso que los “costos irrecuperables” se revelan como un concepto útil. Las aparentemente interminables guerras de los EE.UU. en Afganistán e Irak son un buen ejemplo. La política explica por qué los presidentes y primeros ministros no aplican el concepto de costos irrecuperables. En asuntos tan graves como la guerra, la reversión del curso tomado es una admisión de un error descomunal. Por ello, para evitar pagar el precio político, los Jefes de Estado evaden e ignoran el concepto de costos irrecuperables. En el caso de los conflictos bélicos de los EE.UU., el precio se estima ya alrededor de los billones de dólares.
La teoría económica no lo hace de manera diferente. Su marco conceptual ahora incluye costos irrecuperables, y en ninguna parte es esto más evidente que en el cambio climático y la entrelazada crisis de la extinción en masa.
“La tragedia de los comunes” empieza con esta salva de dos científicos nucleares que habían pensado largo y profundamente sobre la carrera armamentista entre las superpotencias: “De acuerdo con nuestro ponderado juicio profesional, este dilema no tiene solución técnica” (cursivas en el original). Garrett Hardin amplía dicha sentencia y se da cuenta de que hay toda una clase de problemas que no tienen solución técnica. La pregunta que surge es: ¿pertenecen a esa clase de problemas las fluctuaciones climáticas?
Uno no tiene que invocar el espíritu de Hardin para imaginar su respuesta. Una sección de “La tragedia de los comunes” se titula “La contaminación” y Hardin explica que “el asunto no es sacar algo de los recursos comunes, sino de ponerles algo dentro”. Entonces, ¿cuál sería la reacción de Hardin al artículo “Keys to Climate Protection” (Claves para la protección del clima) que abre con “La política tecnológica yace en el centro del desafío del cambio climático?” Algunos sostienen que el autor, Jeffrey D. Sachs, es el economista más ilustre sobre desarrollo y se podría decir que la revista, Scientific American, es la más egregia dentro de la ciencia norteamericana. ¿Cómo hubiera reaccionado Hardin a la lista de Sachs “acerca de las tecnologías más prometedoras? Encabezando la lista está la “Captura y almacenamiento de carbono” (conocida por sus siglas en inglés como CCS), que “depende de la capacidad de capturar el dióxido de carbono en la planta de energía a bajo costo, transportarlo por gasoducto a distancias considerables, y almacenarlo bajo tierra de manera segura, fiable y duradera”.
En 1993 Robert W. Fogel ganó el Premio en Ciencias Económicas en Memoria de Alfred Nobel “por haber renovado la investigación de la historia económica al aplicar la teoría económica y métodos cuantitativos en función de explicar el cambio económico e institucional”. Clio fue la musa de la historia y Fogel aplicó la nueva “cliometría” a los registros de contabilidad de las transacciones de esclavos. En 1974, él y Stanley Engerman publicaron Tiempo en la cruz: la economía esclavista en los Estados Unidos. El análisis refutaba la narrativa popular que daba a entender algo así:
El sistema de esclavos estaba económicamente moribundo;
Soldados de la Unión, animados por la prensa abolicionista, murieron en vano;
Los esclavos habrían sido liberados pronto de todos modos;
La creciente ola de sentimiento pro-abolición en el Norte tenía poco que ver con la secesión de los Estados Confederados del Sur.
A pesar de que la refutación de mitologías es saludable para cualquier democracia, este tipo de análisis también puede ser mal interpretado. Por ejemplo, Fogel y Engerman hacen notar que: “la evidencia que comienza a salir a luz sugiere que el ataque a las condiciones materiales de vida de los negros tras la Guerra Civil no sólo era más feroz, pero en cierto modo, más cruel que la que les precedió”. ¿Era la vida de esclavo mejor que la libertad? La pregunta es tendenciosa e invita a una respuesta afirmativa que a la vez resulta fácil y repugnante.
Recommend this
Email your librarian or administrator to recommend adding this to your organisation's collection.