Al tratar el presente estudio sobre el testimonio en una parte de la obra novelística de Reinaldo Arenas, es necesario incluir un capítulo que comprenda tanto el contexto político-social de la Revolución Cubana en el período que abarca la pentagonía, como un breve repaso de la vida del propio autor, a fin de comprender mejor su representatividad dentro de la sociedad cubana, así como la urgencia de su testimonio. Finalmente, este segundo capítulo concluirá con una presentación del gran proyecto de la pentagonía a modo de introducción al análisis que seguirá en los próximos capítulos.

Contexto histórico, político y social

A pesar de unos primeros años muy abiertos a todo tipo de literatura y arte, el sistema revolucionario impone rápidamente su propia política cultural. La limitación concierne sobre todo al contenido de la obra, el cual debe elogiar los acontecimientos y a los héroes de la Revolución. Dicho de otra manera, la obra artística tiene que hacer la propaganda del proceso revolucionario. El que no respeta esas nuevas reglas se enfrenta automáticamente al gobierno y, como consecuencia, a la censura y persecución.

Los años 1959 y 1960 en Cuba se han llamado también los años románticos de la Revolución. Todavía queda mucho por hacer en la construcción del nuevo gobierno y aún no les ha llegado el turno a los intelectuales en cuanto a la aclaración de su papel dentro del proceso revolucionario. Se puede decir que, durante estos dos años, gozan de una política cultural muy abierta y muy amplia.

Sin embargo, las ideas de Lenin sobre el papel del intelectual dentro de la política marxista no tardan en aparecer en el contexto cubano: los escritores y artistas deben tener una formación política muy amplia y muy profunda para llegar a ser políticos-intelectuales. El arte es un arma que debe estar al servicio de la ideología, tiene que ser un instrumento de propaganda ideológica. El intelectual revolucionario desempeña un papel preponderante en la construcción de la nueva sociedad, así como en la creación del “hombre nuevo” – como lo denominará Ernesto Che Guevara unos años más tarde.